Tras la pausa forzada, el martes me incorporo a la rutina, aunque a medio gas, para no forzar demasiado la máquina. Quedamos para almorzar en la ermita de Sant Blai y, mientras Pep y Ramon giraron por la parte del Picarany y el Bosc del Manolo, yo llaneé por Riudoms y Borges.
De vuelta, como era pronto, hicimos un poco de trabajo por el Fill de Puta hasta la riera del Salt, aún con alguna molestia en las lumbares. Por cierto, ¡que bien almorzó Ramon...!
El jueves, volví a repetir la jugada y quedé con Pep y Manolo (Ramon tenia asuntos de chofer) en el bar Martí, para un buen almuerzo. Luego un poco de ruta por Arbocet, Montbrió y pronto en casa. La buena noticia es que lo de la espalda parece que ya va siendo historia.
El sábado, casi sin querer, decidimos que podríamos probar a ver si en el Maño no había demasiada aglomeración, así que nos juntamos cuatro y tras un ascenso al Coll del Mas del Cases y un rápido descenso por el camino del viaducto hacia el pantano, nos presentamos en el bar poco después de la 10. La verdad es que había bastante sitio, pero al final la terraza acabo por llenarse. Como siempre, excelente el Clásico, con su longaniza, su huevo frito, su tomate, etc...
El domingo, como me levante un poco tarde, me toco viajar solo (otra vez!). Las sensaciones muy buenas, pues ya prácticamente no sentí molestias, así que me fui animando y, aunque sin hacer ninguna cosa extraordinaria, completé en poco menos de tres horas un buen recorrido de 35 km